Escuchá la columna de Irene Schvartzman, Licenciada en Nutrición.
A lo largo de nuestra vida, los huesos necesitan formarse, regenerarse y mantenerse saludables. La vitamina D hace que esto sea posible ayudando a permitir la correcta absorción del calcio.
La vitamina D es en realidad una hormona, ya que la produce nuestro cuerpo a partir de tres fuentes distintas:
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-Piel: por exposición a irradiación ultravioleta (rayos UV)
-Alimentos naturales: hígado, grasa o aceite de pescados y algunos vegetales.
-Suplementos farmacológicos.
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¿Cómo la creamos entonces?
Sea cual sea la fuente de origen, una vez en el cuerpo la vitamina sufre modificaciones a nivel del hígado y del riñón, y ahí es cuando la convertimos en su forma activa.
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Es importante tener en cuenta que:
- Si no te expones al sol de verano (EL SOL DEL INVIERNO NO CUENTA!)
- Si vivís en una latitud o zona geográfica de baja exposición solar
- Si no consumís alimentos fuente (natural o fortificado)
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¡TE TENÉS QUE SUPLEMENTAR!
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Lo correcto es hacer un dosaje en sangre de vitamina D (también la podés haber escuchado como hidroxivitamina D) y en base a eso suplementar.
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La manifestación clínica más evidente de una deficiencia de vitamina D es a través del raquitismo u osteomalacia. Pero la vitamina D no solo tiene un papel importante en la salud ósea, sino también en el sistema cardiovascular, en el desarrollo neurológico, en la inmunomodulación, y la regulación del crecimiento celular.
Existen alimentos que podemos incluir en nuestra dieta y que son ricos en esta vitamina. Algunos de ellos son las yemas de huevo, pescados grasos (como el atún, el salmón o la caballa) y algunos como la leche o los zumos de fruta que suelen estar enriquecidos con vitamina C y D.
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